El exceso de optimismo hacia México ¿Un inconveniente?



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OPTIMISMO…. ¿UN INCONVENIENTE?…

C.P.C. Felipe Alfredo Ortiz Benavides

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Recientemente, leí un artículo de Sergio Silva Castañeda –doctor mexicano en Historia en Harvard– titulado el Optimismo sin documentar, en respuesta a un artículo de Shannon O’Neil en Foreign Affairs Latinoamérica (“México lo logra”, Vol. 13, Núm. 2) donde florece la opinión de que México está desarrollando una economía de mercado globalmente competitiva, tiene una creciente clase media y una influyente base electoral pro democracia. Por tanto, Estados Unidos debe dejar de ver a México como un problema y lo debe ver como un socio.

Ante ello, Silva, opina que no está mal ser optimistas. Winston Churchill decía, palabras más, palabras menos, que había que ser optimistas, incluso si la única razón para serlo era la poca utilidad de no serlo. Endilga a Shannon un agradecimiento previo a su crítica por ser optimista, al menos como forma de aceptar que el fatalismo no es de mucha ayuda en el México de hoy. Y remata señalando, que el optimismo corre el peligro de volverse tan inútil como su antónimo cuando los buenos deseos nos hacen ignorar la evidencia abrumadora en contra. El optimismo sin documentar es la vía más rápida a la decepción y al pesimismo.

Aduce Silva, que al final del sexenio pasado y durante los primeros meses del actual se observó una estampida de opiniones en prensa internacional desbordando optimismo sobre el futuro económico de México. The Economist, Financial Times, Foreign Affairs y, particularmente, el New York Times, todos publicaron artículos donde se describía a México en el umbral de un despegue económico brutal. En un caso extremo, este optimismo desbordado alcanzaba para colocar a México en la competencia con India y China por ser la economía más importante del siglo XXI.

Continúa Silva diciendo, sin embargo, ese optimismo parecía particularmente anómalo considerando que el desempeño económico de México en los últimos años dista de ser espectacular. El súbito consenso además coincidía con el regreso del PRI al Poder Ejecutivo. Perfecta receta para despertar a los teóricos de la conspiración. Pero supongamos que no se trata de una conspiración sino de una estrategia, una campaña de medios que resalte las potencialidades de la economía mexicana y aleje la imagen del país de la nota roja permitiría atraer inversiones de tal forma que el resultado sería una especie de profecía autocumplida. Altas expectativas se traducirían en altas inversiones y éstas, a su vez, permitirían cumplir esas  altas expectativas.

Unos cuantos meses han pasado y el optimismo parece colapsarse. Después de una portada de The Economist en noviembre pasado con un artículo titulado “The Rise of Mexico”, en mayo los editores de la misma publicación se preguntaban si la economía mexicana era un tigre azteca o un simple gatito. ¿Qué fue lo que pasó? Simplemente que el optimismo no aguantó los primeros datos económicos del sexenio. Un trimestre de mal desempeño económico fue suficiente para obligar a editorialistas mexicanos y extranjeros a moderar su optimismo. Aunque aún no tenemos datos oficiales sobre el desempeño de la economía en el segundo trimestre –se esperan el 20 de Agosto-, las estimaciones de algunos analistas nos muestran que las cosas no mejorarán mucho en la segunda parte de este semestre, y se corrobora con el anuncio de hace 4 días por parte del Banco de México –BANXICO-que dejó su expectativa de crecimiento económico entre el 2 y el 3% del PIB; la SHCP –Hacienda y Crédito Público- anda su expectativa en 3.1%. Si el optimismo desbordado fue una estrategia,  ésta ya fracasó.

Continuaremos abordando esta temática, esperando que ciertos indicadores de EEUU mejoren dada la alta dependencia que guarda la economía mexicana hacia ellos. En tanto, mis estimados siete lectores, guardemos encapsuladas unas dosis de optimismo puro, porque al parecer las necesitaremos para el 8 de septiembre que presente el gobierno federal el paquete económico para 2014; hoy resulta un inconveniente y contradicción mostrarse optimista, ya que permea el fatalismo de que se dificulte la perspectiva de mejora en las familias mexicanas. Soy optimista, pero caminando ando documentando, decidiendo entre inconvenientes, para poder hacerme de una idea propia.

Quien se jacte de tener soluciones para mover la economía interna de forma inmediata, sonará a demasiado optimista, seguro se va a ir por el lado de que el Estado gaste más, pero enfrentará el muro peligroso de la Inflación, y eso no lo permitirá el BANXICO, aun a costa de que no se generen empleos. Indudablemente que la decisión de Banxico de bajar la expectativa de crecimiento entre el 2 y el 3%, no avala el optimismo fraguado pero si enfrenta un escenario de fatalismo precario, al aceptar de antemano que el PIB quedará corto, no obstante que frene las decisiones de gasto e inversión. Mientras dura lo duro, cuida los empleos a tu alrededor consumiendo lo local #CompralohechoenMexico