El arte de la prudencia.



prudencia

El valor de la prudencia

Autor: Baltazar Gracián

Fuente: IMCP-GDL

No se forja a través de una apariencia, sino por la manera en que nos conducimos ordinariamente.

Posiblemente lo que más nos cuesta trabajo es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia; la gran mayoría de nuestros desaciertos en la toma de decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la realidad o la falta de una completa y adecuada información.

Las serpientes son las maestras de toda sagacidad: ellas nos muestran el camino de la prudencia.

Baltasar Gracián

Ser prudente

Adelantarse a las circunstancias, tomar mejores decisiones, conservar la compostura y el trato amable en todo momento, forjan una personalidad decidida, emprendedora y comprensiva.

La prudencia, en estricto sentido, es una virtud. Es el valor que nos ayuda a actuar con mayor conciencia frente a las situaciones ordinarias de la vida.

A continuación te damos a conocer algunos puntos sobre la prudencia, obtenidos del libro Oráculo manual y arte de prudencia (1647); obra literaria perteneciente a la prosa didáctica de Baltasar Gracián en la que, a lo largo de trescientos aforismos comentados, se ofrece un conjunto de normas para triunfar en una sociedad compleja y en crisis, como lo era la del barroco, contemporánea a nuestro autor y como es la nuestra en la actualidad:

1. Ser hombre agradable y tener una jugosa conversación

El equipo de los discretos es la galante y gustosa sabiduría, es decir, un saber práctico de todas las cosas corrientes, más inclinado a lo gustoso y elevado que a lo vulgar. Es conveniente tener una buena reserva de frases ingeniosas y comportamientos galantes y saberlos emplear en el momento adecuado. Vale más la sabiduría que se comunica en el trato social que todos los conocimientos académicos.

2. No ser intratable. Las verdaderas fieras están en las ciudades

. Ser inaccesible es vicio de los que se desconocen a sí mismos, los que con los honores cambian los humores. Enfadar al principio no es camino para la estima. Para subir al puesto agradaron a todos, y una vez en él se quieren desquitar enfadando a todos. Por la ocupación deben tratar con muchos, pero por aspereza y arrogancia todos les huyen. Para éstos el mejor castigo es dejarlos estar, apartando la prudencia junto con el trato.

3. Hoy todo ha logrado la perfección, pero ser una auténtica persona es el mayor reto.

Más se precisa hoy para ser sabio que antiguamente para formar siete, y más se necesita para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en el pasado.

4. Evitar las victorias sobre el jefe.

Toda derrota es odiosa, y si es sobre el jefe o es necia o es fatal. Siempre fue odiada la superioridad, y más por los superiores. Será fácil hallar quien quiera ceder en éxito y en carácter, pero no en inteligencia.

5. Tratar con quien se pueda aprender.

El trato amigable debe ser una escuela de conocimientos, y la conversación una enseñanza culta. El ser prudente frecuenta las casas de los hombres eminentes. Hay que complementar lo útil del aprendizaje con lo gustoso de la conversación.

6. El fondo y la forma.

No basta la sustancia, también se necesita la circunstancia. Los malos modos todo lo corrompe, hasta la justicia y la razón. Los buenos todo lo remedian, endulzan la verdad y embellecen la misma vejez.

7. Saber retirarse cuando se está ganando.

Es lo que hace los jugadores profesionales. Tan importante es una lúcida retirada como un ataque esforzado.Hay que poner a salvo los éxitos cuando hubiera bastantes, incluso cuando fueran muchos. Un éxito continuado fue siempre sospechoso; es más segura la buena fortuna alterna. La fortuna se cansa de llevar a uno a cuestas durante mucho tiempo.

8. Don de gente.

Conseguir la admiración general es mucho, pero es más ganar el afecto. Primero hechos y después palabras.

9. Nunca exagerar.

Es importante para la prudencia no hablar con superlativos, para no faltar a la verdad y para no deslucir la propia cordura. Las exageraciones son despilfarros de estima y dan indicio de escasez de conocimiento y gusto. La alabanza despierta vivamente la curiosidad, excita el deseo. Después, si no se corresponde el valor con el precio, como sucede con frecuencia, la expectación se vuelve contra el engaño y se desquita con el desprecio de lo elogiado y del que elogio.

10. Nunca perderse el respeto a sí mismo.

Tu misma entereza debe ser la norma propia de tu rectitud.

11. Nunca perder la compostura.

La finalidad principal de la prudencia es no perder nunca la compostura. Cualquier exceso de pasiones perjudica a la prudencia. Uno debe ser tan dueño de sí que ni en la mayor prosperidad ni en la mayor adversidad nadie pueda criticarte por haber perdido la compostura.

12. Saber adaptarse.

Uno no se debe mostrar igualmente inteligente con todos, ni se deben emplear más fuerzas de las necesarias. Ni derroches de sabiduría ni de méritos.

13. Salir con buen pie.

Atención a los finales, hay que poner más cuidado en un final feliz que en una aplaudida entrada. Es frecuente que los afortunados tengan muy favorables comienzos y muy trágicos finales. Pocas veces acompaña la suerte a los que salen. Es educada con los que vienen y descortés con los que van.

14. No estar siempre de broma.

La prudencia se conoce en la seriedad, que está más acreditada que el ingenio. El que siempre está de burlas no es hombre de veras. A éstos los igualamos con los mentirosos al no creerlos; a los unos por recelo de la mentira, a los otros de su burla. Nunca se sabe cuándo hablan con juicio, lo que es tanto como no tenerlo. No hay mayor desaire que el continuo donaire. Otros ganan fama de chistosos y pierden el crédito de prudentes. Lo jovial debe tener su momento, y la seriedad todos los demás.

15. Saber adaptarse a todos.

Es el gran arte de ganar a todos, porque la semejanza atrae la simpatía. Observar los caracteres y ajustarse al de cada uno. Al serio y al jovial seguirles la corriente, transformándose cortésmente. Es necesario para los que dependen de otros. Esta gran destreza para vivir necesita una gran capacidad.

16. Comenzar con pies de plomo.

La prudencia entra con gran tiento. Sus exploradores son la observación y la cautela; ellas van abriendo camino para pasar sin peligro. Cualquier acción irreflexiva está condenada al fracaso por la discreción, aunque a veces la salva la suerte. Conviene ir con cuidado donde se teme que hay mucho fondo; que lo prepare la sagacidad y que la prudencia vaya ganando terreno. Hoy hay muchos bajíos en el trato humano y conviene ir siempre con la sonda en la mano.

17. Carácter jovial.

Con moderación es una cualidad y no un defecto. Un grano de gracia todo lo sazona. Los mayores hombres también mueven la pieza del donaire, que atrae la gracia de todo el mundo. Pero respetando la prudencia y guardando el decoro. Otros hacen de una gracia el atajo para salir airosamente de un problema, pues hay cosas que se deben tomar en broma, incluso a veces las que el otro toma más en serio. Indica apacibilidad y es embrujo de los corazones.

18. Saber valerse de los enemigos.

Hay que saber coger todas las cosas no por el filo, para que hieran, sino por la empuñadura, para que defiendan; especialmente la rivalidad. Al hombre sabio le son más útiles sus enemigos que al necio sus amigos. Una antipatía suele allanar montañas de dificultad que la generosidad no se atrevería a pisar. La cautela es grande cuando se vive junto a la rivalidad, a la antipatía.

19. Cultura y refinamiento.

El hombre nace bárbaro; debe cultivarse para vencer a la bestia. La cultura nos hace personas, y más cuanto mayor es la cultura. Gracias a ella Grecia pudo llamar bárbaro al resto del mundo. La ignorancia es muy tosca. Nada cultiva más que el saber. Pero incluso la cultura es grosera sin refinamiento.

20. Amplitud en el trato.

Hay que procurar que el trato sea elevado. El gran hombre no debe tratar de lo insignificante. Nunca se debe entrar en demasiados pormenores, y menos en las cosas desagradables. Aunque es ventajoso darse cuenta de todo como al descuido, no lo es quererlo averiguar todo con desmesurado interés. Mandar es, en gran parte, no darse por enterado. Hay que dejar pasar la mayoría de las cosas entre familiares, amigos y especialmente entre enemigos.

21. Conocerse a sí mismo.

Conocer el carácter, la inteligencia, las opiniones y las inclinaciones. No puedes ser dueño de ti, si primero no te conoces a ti mismo.Cuando te despreocupas de tu imagen exterior, debes conservar la interior para enmendarla y mejorarla. Tienes que conocer las fuerzas de tu prudencia y perspicacia para emprender proyectos, comprobar tu tesón para vencer el riesgo, tener medido tu fondo y tu capacidad para todo.

22. La mitad del mundo se está riendo de la otra mitad, y ambas son necias.

Según las opiniones, o todo es bueno o todo es malo. Lo que uno sigue el otro lo persigue.. Las perfecciones no dependen de una sola opinión, los gustos son tantos como los rostros, e igualmente variados. No hay defecto sin afecto. No se debe desconfiar porque no agraden las cosas a algunos, pues no faltarán otros que las aprecien. Ni enorgullezca el aplauso de éstos, pues otros lo condenarán. La norma de la verdadera satisfacción es la aprobación de los hombres de reputación y que tienen voz y voto en esas materias. No se vive de un solo criterio, ni de una costumbre, ni de un siglo.



1 comentario
  1. psicologa marbella
    psicologa marbella Dice:

    El arte de la prudencia. , es genial, desde que os recibo no puedo parar de mirar todas vuestras sugerencias y me alegra cuando recibo uno más, sois lo mejor en español, me encata vuestra presentación y el curre que hay detrás. Un beso y abrazo,GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO, nos alegrais la vida.

Los comentarios están desactivados.