El emprendedor sin confianza y esperanza, no emprende


Mario Rizo

El emprendedor sin confianza y esperanza, no emprende

 

Por: C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas

Blog del autor: mariorizo.com
Firma: Salles Sainz Grant Thornton

Twitter: @mariorizofiscal


Emprender un viaje sin creer que en su exitoso suele terminar mal. ¿No pasaría lo mismo con una empresa?


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La palabra “esperanza” suele verse como algo muy romántico, muchas veces fuera del reino del trabajo. Leí recientemente una fábula, El Helecho y el Bambú y me llevó a meditar sobre este tema.

Este cuento narra cómo un carpintero enfrenta grandes retos: no puede competir contra la nueva mueblería que llegó al pueblo. El dinero comienza a faltar, la familia empieza a tensarse y, en general, las cosas no pintan bien. El carpintero intenta cambiar de giro y un día, desesperado, comienza a caminar y caminar…

En su viaje sin rumbo, se encontró con un anciano quien gustoso lo invitó a su casa a tomar el té. El anciano notó la preocupación en el rostro del carpintero quien terminó revelando sus preocupaciones. Así, ambos se dirigieron al jardín. En el centro de este, había un majestuoso helecho y un imponente bambú. Ambos fueron plantados al mismo tiempo.

El helecho, contó el anciano, rápido creció y se convirtió en una planta digna de respeto, mientras el bambú no mostraba señales de crecer en absoluto… Pero el anciano confiaba y confiaba, los años pasaban y él continuaba dando cuidados a ambas plantas, hasta que de pronto, cinco años más tarde, el bambú comenzó a crecer y crecer, convirtiéndose en una alta e impetuosa planta. El bambú estaba trabajando en echar raíces fuertes para prepararse para el gran crecimiento que vendría y, si el anciano se hubiera rendido, esto jamás habría sucedido. Unos dirían que el anciano fue necio y tuvo suerte. Yo prefiero llamarlo esperanza.

Shane López, doctor en psicología, define la esperanza como “la creencia de que el futuro será mejor que el presente y de que se posee el poder para hacer que esto suceda”. El anciano confió en que en su jardín el helecho y el bambú estarían juntos en el centro de su jardín iluminándolo con su majestuosidad, pero no se quedó cruzado de brazos y regaba y cuidaba la tierra aparentemente vacía donde el bambú crecía.

¿No es esta misma habilidad crucial para el emprendedor que inicia y para el que ya tiene una empresa? Es esencial que el emprendedor tenga una visión brillante pero realista sobre dónde quiere llevar a su empresa, qué quiere lograr con ella; cuáles serán sus metas… El empresario necesita tener esperanza, y no solo necesita vivirla sino contagiarla.

Dane Jensen delinea una ruta sencilla para crear y mantener la esperanza en ámbitos personales y laborales: visualiza lo que quieres, visualiza lo que has hecho bien y encuentra rutas de acción para llegar a lo visualizado aprovechando lo que sabes hacer.

Evita caer en deseos vacíos o en escenarios imposibles; estos solo disminuirán el sentido de autoeficacia necesario para mantener la esperanza. Sin embargo, debemos reconocer que de poco sirve un líder esperanzado sin un equipo con la misma visión.

“El empresario necesita tener esperanza, y no solo necesita vivirla sino contagiarla”.

Es este equipo el que llevará a cabo el viaje que el capitán emprendedor haya visualizado. Katrina Sawyer y Judy Clair comparten que la esperanza a un nivel organizacional tiene efectos positivos en los niveles de motivación y cumplimiento de metas. Para ello, ellas recomiendan lo siguiente:

  • Promover que cada equipo comparta visiones optimistas, claras y realistas.
  • Cultivar la autoeficacia del personal a nivel individual y en equipos, es decir, asegurar que los equipos sepan que cuentan con la capacidad, los conocimientos y los recursos necesarios para enfrentar retos a la visión planteada.
  • Entender que la promesa de un mejor mañana implica que el presente no es ideal.

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Este último punto puede ser particularmente complejo: reconocer áreas de oportunidad, posibles fracasos o una brecha muy amplia entre la realidad y el deber ser de un proyecto o incluso una persona en específico dentro de la organización puede ser complicado y producir emociones incompatibles con la esperanza, como el pesimismo y la falta de autoeficacia.

Por supuesto, como con otros valores y actitudes que buscamos que abunden en nuestra empresa, la clave para la esperanza organizacional está en comenzar con el ejemplo. Siendo justos, el emprendedor sin esperanza no existe. El emprender depende por completo de las acciones que hemos comentado, pero como ocurrió con el carpintero de nuestra historia, los malos tiempos llegan, aun después de la abundancia y la esperanza que estuvo ahí un día, al otro puede desaparecer.

Y esta falta de esperanza no solo afecta potencialmente a la empresa, sino que ha sido demostrado que un nivel sano de esperanza está relacionado con mayores niveles de bienestar físico y mental. Esto sucede gracias a que la esperanza disminuye la ansiedad y el estrés.

En casos extremos, la incidencia de suicidio está fuertemente correlacionado con una falta severa de esperanza; con la falta de una percepción de que el futuro será mejor. Por lo tanto, el cultivo de la esperanza trasciende las metas de tu negocio y debe ser cultivada y revisitada a lo largo de nuestras carreras y, por supuesto, nuestras vidas. “Un empresario tiende a morder un poco más de lo que puede masticar con la esperanza de que pronto va a aprender a masticar.” Roy Ash

¿Qué sería de nuestras relaciones a largo plazo? Con nuestros empleados de años, con nuestros hijos y parejas, con hermanos, con amigos de años. Si no practicamos la esperanza; si no creemos que mañana podremos contar con una relación positiva con ellos, ¿seguiríamos compartiendo nuestro tiempo y recursos?

Si no tenemos esperanza en que un tratamiento médico podrá mejorar nuestra calidad de vida, ¿lo tomaríamos? Si no confiamos en un régimen de ejercicio, de alimentación, de seguridad, de cualquier cosa que aumente nuestro bienestar realmente nos proveerán un mejor mañana, ¿por qué lo haríamos?

Al final del día, lo último que muere es la esperanza. De cada uno de nosotros va cultivar esperanza en lo que podemos construir y florecer junto con el fruto de nuestro trabajo o esperar un imposible y desmoronarnos ante la inescapable frustración. Elijamos sabiamente, confiemos y trabajemos firmemente como el anciano con su bambú.


“La esperanza sonríe en el umbral de los años venideros susurrando ‘serán años mejores’”.

Alffred Lord Tennyson



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